
El próximo 8 de Julio (si no me fallan los cálculos hechos de memoria sin contar siquiera con los dedos (y para los quisquillosos, la fiesta empieza el 7 de Julio, pero continúa durante varios días)), se activará el Gran Colisionador de Hadrones (LHC) del CERN europeo, enterrado a varios metros bajo las tierras suizas y francesas. Se intentarán recrear las condiciones del Big Bang haciendo colisionar partículas subatómicas unos treinta millones de veces por segundo. El “problema” para algunos sería que se crearan unos pequeños agujeros negros que se tragarían el mundo entero. Teniendo en cuenta que un agujero negro es un objeto supermasivo de pequeñas dimensiones (algo no muy grande, del tamaño de una estrella como el sol), pero de una masa de varios soles muy concentrada en un espacio más reducido, y sabiendo que lo que vamos a hacer chocar son partículas más pequeñas que protones y neutrones, la probabilidad de que la tierra desaparezca absorbida por un agujero negro es ciertamente pequeña. Aún así, parece que un juez de Honolulu decidió hace unos meses admitir a trámite una querella impuesta por un par de iluminados.
Poco va a poder hacer un juez de Hawai contra un proyecto internacional subvencionado por miles de millones de euros y dólares. Lo que sí van a conseguir es que cantidades ingentes de indocumentados se opongan (simplemente de forma simbólica, claro, aunque perjudicando la reputación de miles de científicos) a la mayor máquina jamás construida por el hombre. Ya hay incluso quienes recomiendan permanecer en la ignorancia a cambio de no experimentar “por si pasa algo”. Todo esto me recuerda inevitablemente a los que claman por “no remover el pasado” cuando se mienta la posibilidad de que se reconozca que, a lo mejor, el franquismo no fue una época de extrema placidez para toda España.
Paradójicamente, lo peor que podría ocurrir en el LHC es que no ocurriera nada. Que no se detectara nada. Una de las metas del experimento es encontrar el Bosón de Higgs, que explicaría de dónde proviene la masa de las partículas. Sin embargo tampoco hay por qué terminar mandando a la mierda un acelerador de partículas de 27 kilómetros de recorrido solo porque no encontremos una partícula que a alguien se le ocurrió una vez que si existiera lograría cuadrar la teoría desarrollada hasta entonces. Para empezar, y aunque se haya gastado un dineral en aquello, nos sirve para confirmar o descartar la teoría. Y luego… bueno, ahí dentro se va a superar la temperatura que hay dentro de las estrellas. Es una gran oportunidad para estudiar la fusión nuclear, la que de momento existe, no los trucos de magia que nos ofrecen el paraíso de donde siempre mana vino de las fuentes y las personas tienen el culo luminoso.
El fin del mundo, en contra de lo que muchos creen, no vendrá de una gigantesca explosión, ni por la colisión de dos galaxias, ni por un meteorito asesino, ni siquiera por los discos de El Canto del Loco. Es un final mucho más humano, aunque habría que precisar que no sería el fin del mundo como tal, ni del sistema Gaia, ni de la biosfera. Afrontamos la desaparición de nuestra cultura, de nuestra civilización, por confiar simplemente en la “mano invisible” del capitalismo que tiende a equilibrar los mercados, o en otras palabras, por creer que el mundo es infinito.
Pero esta historia la contaré a su debido tiempo…
Poco va a poder hacer un juez de Hawai contra un proyecto internacional subvencionado por miles de millones de euros y dólares. Lo que sí van a conseguir es que cantidades ingentes de indocumentados se opongan (simplemente de forma simbólica, claro, aunque perjudicando la reputación de miles de científicos) a la mayor máquina jamás construida por el hombre. Ya hay incluso quienes recomiendan permanecer en la ignorancia a cambio de no experimentar “por si pasa algo”. Todo esto me recuerda inevitablemente a los que claman por “no remover el pasado” cuando se mienta la posibilidad de que se reconozca que, a lo mejor, el franquismo no fue una época de extrema placidez para toda España.

El fin del mundo, en contra de lo que muchos creen, no vendrá de una gigantesca explosión, ni por la colisión de dos galaxias, ni por un meteorito asesino, ni siquiera por los discos de El Canto del Loco. Es un final mucho más humano, aunque habría que precisar que no sería el fin del mundo como tal, ni del sistema Gaia, ni de la biosfera. Afrontamos la desaparición de nuestra cultura, de nuestra civilización, por confiar simplemente en la “mano invisible” del capitalismo que tiende a equilibrar los mercados, o en otras palabras, por creer que el mundo es infinito.
Pero esta historia la contaré a su debido tiempo…
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