lunes, 15 de junio de 2009

Descubren nuevo material

Científicos del Frauenhofer Institut für erneuerbare Baustoffe de Randersacker (Baviera, Alemania), en colaboración con la universidad de Phoenix (Arizona) han desarrollado un nuevo material. Al parecer, esta sustancia tendrá gran aplicación en las cocinas del mundo entero, pasando a sustituir a la actual vitrocerámica. Ya ha comenzado una experiencia piloto en Aldealengua (provincia de Salamanca, España).


¡Y además el piso tiene un año de garantía, con lo que te darán otro igual si al Qaeda o la ETA te vuelan la vivienda!

viernes, 5 de junio de 2009

PUM+J

PUM+J
Estoy harto. No sé a qué votar. Cada vez que oigo el motto “votaría X, pero no me gusta su politica sobre Y, no es claro sobre Z, y el cabeza de lista es un sinvergüenza oportunista, no sé que haré” en boca de otros afecta mi self-image de pensar que puede quedar en alguien, incluido en mi mismo, una nota mínima de originalidad.

Pero recibir noticias del PUM+J me ha puesto ya enfermo. Bendito el dichoso blog que leerá C. desde el Cantábrico y algún otro despistado.

Recibo un mail con una colección de propósitos que os sonarán, como a mi, totalmente nuevos, tipo “Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente” o “Mejorar la salud materna” o ya a por todas “Erradicar la pobreza extrema y el hambre”. Estos abyectos propósitos me llamaron la atención, pero aún más la petulancia del cabeza de lista, Sr. Ramiro Visuales, que pide el voto “en nombre de los 4.000 millones de desfavorecidos del mundo”. Un poco de ponderación por favor… Este paternalismo no es sólo una exageración comprensible en una campaña electoral. Es un reflejo de todo el movimiento “neo-caritativo” que lo único que produce es un programa electoral con un sinfín de contradicciones e inocongruencias.
Quiere eliminar los subsidios y aranceles agrarios en la UE. Muy bien, yo siempre he sentido lástima por los fabricantes de zapatos en Alicante y de mantas en Bejar, que sufrieron el látigo inevitable de la competencia y el liberalismo, mientras que los agricultores y ganaderos se beneficiaban de un privilegio cuasi-feudal de las normas económicas que regulan todos los demás sectores productivos. Pasaremos por alto la denominación que el PUM+J usa al referirse a estas políticas (competencia desleal, por favor…).
Pero al tiempo que exigen la eliminación de aranceles en la UE, quieren mantener la protección a la industria nacional — esto es autarquía, pongan los “sostenibles” y “desarrollo rural” que pongan en la misma frase — en los países en desarrollo.

Protección de patentes: “La UE protege celosamente las patentes de las empresas de los países miembros, impidiendo la transferencia de tecnología a los países empobrecidos, los cuales no pueden permitirse apenas inversión en investigación.”
Por supuesto, qué I+D+i ni qué ocho cuartos, si a lo que tenemos que volver es a hacer zapatos. Lo quieran entender o no estos señores, las patentes son de un producto (vale, las hay también sobre procedimientos pero no lo compliquemos), ¿qué quieren? que después de 10 años de investigación tengas que vender la pastillita a precio de coste?

Inmigración: tema delicado éste, ¿verdad? Con total sinceridad, no entiendo qué coño propone el PUM+J. Lo que no cabe de ninguna de las maneras es hacer un programa politico donde se analicen en 15 paginas de forma detallada los dramas humanos que se esconden detrás de cada inmigrante, los muchos beneficios que éstos aportan a los países de origne, pero después ventilarse sus proyectos con cuatro bullet-points de 2 lineas cada uno. No me fío… tal cual.

viernes, 3 de abril de 2009

El corazón de la Selva Negra

Hará casi un año que volviera a cruzar el Rin para regresar de las tierras bárbaras a nuestra civilización, en auge desde que las legiones nos construyeran los acueductos y más tarde Telefónica nos ofreciera el ADSL, y desde entonces tengo que pensar en alguna razón, cada mañana al levantarme, por la cuál no tendría que cortarme las venas. Después de tanto llover y tanto nevar y tanta agua cayendo en este miserable cubo la sensación se va diluyendo, pero como todo cultivo dejado a la intemperie, comienza a rebosar de microalgas y bacterias y hongos y de mierda que se acumula de una manera que al tacto deja ya de existir un cubo y un fluido separados por distintas fases. Todo es uno, uno es todo, que aprendía el alquimista de acero. No solamente no dejo de contemplar el suicidio como opción viable para una mejora de mi calidad de vida, sino que siento una apatía tal, que el solo hecho de pensar en el esfuerzo que debo hacer para coger un cuchillo y cortarme las venas, me hace pensar definitivamente en el suicidio. Me llaman bucle, ¿porqué? Ahora lo verás. ¿Ver qué? Por qué me llaman así. ¿Así como? Por qué me llaman bucle. En realidad lo que yo creía es que me faltaban cojones. Pero los bárbaros me enseñaron muchas cosas.

Desde que era un puto criajo la sola interpelación directa hacia mi persona hacía tiritar mi próstata. El vocativo conseguía de tal manera relajar mi esfínter, que ser tildado de lo que popularmente se conoce como “un cagao” pasaba a ser la menor de mis preocupaciones. Lo que son las cosas. Hoy hay días, esos en los que me digo por la mañana, “venga, levántate, porque todos los días desde hace casi un año hayan sido una puta mierda no implica necesariamente que hoy también vaya a serlo”, en que deseo fervientemente que alguien me ofenda, me afrente, me tire una botella a la cara. El día en que eso ocurra podré decir “soy libre”, porque efectivamente lo seré, y me lanzaré a la arena hasta que alguien golpee el suelo con una mano; una de las dos reglas que deberían existir.

Decía el maldito mexicano que deberíamos ser como los perros, y en vez de marear la perdiz con vacuidades sobre tus gustos musicales o sobre los relatos de Cortázar que hayas leído, o sobre tus viajes, tus novias, tus putas, tus accidentes de bicicleta, tus cosas que quieres decir pero no puedes o no quieres o simplemente no te atreves a decir, tus represiones de jesuita falso; en vez de inflar globos gigantescos de aire que ni siquiera ascienden a la atmósfera y se quedan ocupando nuestro espacio vital, lo que deberíamos hacer es olernos el culo unos a otros. Si te gusta, adelante. Si no, límpiatelo más a menudo. Esa tendría que ser la otra regla.

Hay más. Siempre he creído que la valentía consistía en tirarse desde un octavo piso. Pero no. La valentía consiste en seguir estudiando ese pasaje al piano que nunca te ha salido, consiste en seguir calculando esas corrientes que entran a un reactor de transesterificación aunque sepas que el proceso no es rentable. La valentía es lanzarse contra ese muro aunque ya te hayas partido la crisma varias veces. La valentía es que haya un negro en la Casa Blanca o que un coreano loco lance un satélite al espacio. La valentía, escuchadme bien, es seguir investigando la fusión fría. No digo que sea rentable ni bueno, solo que es valiente. Y paseando a las 4 de la mañana en bicicleta por las orillas del Dreisam, uno se da cuenta de que puede ser dueño de su propio destino, y en realidad siempre lo ha sabido pero nunca (el vocativo “tú”) se había atrevido a realizarlo. Y otra cosa más (“tú, eh, tú”) de la que uno se da cuenta es de que en la carrera vas por detrás de mucha gente, y tienes que correr (“sí, tú”), muy rápido, hasta que salten los músculos de las piernas, siempre hacia delante, y no importa en qué dirección. Correré hasta que se me desgasten las plantas de los pies, hasta que los callos sean tan duros que no necesite unas molestas zapatillas, y no importará la dirección, aunque siempre estaré mirando hacia el mismo sitio, el sentido siempre será el mismo, hacia delante, igual da norte sur este oeste, las piernas siempre irán por delante, pero la mirada estará clavada siempre en el mismo lugar, apuntando directamente hacia el corazón de la Selva Negra.

Vaya basura, perdón, necesitaba desahogarme.

miércoles, 4 de marzo de 2009

Lomo embuchao

Unas lomografías, para pasar el día.






sábado, 24 de enero de 2009

Media


Mi carcinomatoso amigo Reburrus habrá leído ya la noticia en su visita diaria por la actualidad sueca en el periódico thelocal.se.
Para los demás, y sin ánimo de ser exhaustivo, introduciré la noticia que me ha inspirado a escribir esta entrada.
La televisión sueca, como otras europeas, se financia a través de una tasa que pagan los hogares que tengan una televisión. La tasa es de unas 2000 coronas al año, unos 200€, y ofrece 3 canales de televisión y la radio pública libre de anuncios comerciales.
Esta autonomía económica se traduce en una independencia del poder político en la labor informativa y en una programación de calidad. Ejemplificando con un par de escenarios de la semana pasada:
-conectan con el corresponsal en Gaza, que en lugar de leer la información ofrecida por Israel, critica los impedimentos que existen para entrevistar a palestinos que huyen de los barrios bombardeados. A esta conexión le siguen comentarios de indymedia Sverige y otras asociaciones “alternativas” criticando la labor de los medios y alegando que la prensa occidental se limita a dar por buenos los informes de una de las partes en conflicto.
-mientras los hogares españoles se documentan un viernes con Noche de Fiesta, la televisión sueca ofrece una entrevista de 2 horas con Philip Roth, fantaseando sobre una hipotética victoria de Hitler en la 2ª Guerra Mundial.

Un programa del jueves en el canal público entrevistaba a un obispo católico de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, en la que éste negaba el Holocausto judío en los siguientes términos:
“There was not one Jew killed by the gas chambers. It was all lies, lies, lies!”
"I believe there were no gas chambers... I think that 200,000 to 300,000
Jews perished in Nazi concentration camps but none of them by gas chambers,"

Cumbia!!!


El muy lerdo se olvidó de que estaba en Alemania y un proceso penal ha sido incoado. Esta misma semana, Ratzinger ha levantado la excomunión de cuatro obispos de esa misma orden, entre ellos el que hizo estas declaraciones.
El apagón mediático en medios españoles sobre esta noticia es absoluto.

lunes, 1 de diciembre de 2008

Historias de rugby


Podeis leeros este texto tan, tan entretenido si teneis un ratejo libre.


El rugby es como la mafia, pero sin asesinatos. Está basado en la lealtad, el honor, la conciencia grupal, los ajustes de cuentas, el tráfico de sustancias y los parentescos inventados. Es una famiglia. Sobre todo en la delantera, aunque se han documentado casos de amistades morganáticas con la gente de la línea, esa gente. Conforme el número de la espalda crece hacia el 15, aumenta la desconfianza de los delanteros, que componen la infantería con traje y corbata negros, como reservoir dogs. La vida debería ser como una melé, pero con colonia para niños. No hay caretas y todo el mundo se conoce bien. Al que se pasa de la raya, se le ajusticia en la siguiente ocasión de forma que parezca un accidente. Los demás callan, otorgan, participan o calculan dónde y cómo reparar los daños. La ley del silencio la entiende todo el mundo. Hay que descreer de los delanteros que hablan con el contrario.Fuera de la melé, el universo se torna voluble y desleal, y cualquiera sabe que conviene desconfiar de sus normas y aún más de la corrección política: que ahora no se puede pisar y que el balón tiene que salir rápido por el bien del espectáculo. Esas cosas. Fuera de la melé, todo el mundo es un extraño o se comporta como tal.

El 10 suele venir de otro país, de otro rango social, profesa religiones de moda y bebe Aquarius después de los partidos. Su única posibilidad consiste en haber nacido en Ejea, aunque su apariencia continúa siendo extraña porque se comunica en ese idioma que se habla en Ejea y que sólo le entienden sus paisanos y el 12, su lugarteniente, el tipo feroz que le hace el trabajo sucio. Nuestro 10 es de Ejea de los Caballeros, un lugar repleto de truhanes: por eso juegan tan bien al rugby. Truhanes y caballeros. Las labores del 10 en el campo se reducen a cuestiones funcionariales o de poco calado, como recitar contraseñas numéricas, hacer extrañas señales con los dedos por la espalda a los chicos de la diagonal y utilizar términos como cruz, salto, falsa o toda, convenientemente mezclados para impresionar a los que le escuchan. Cuantos más balones se le caen, más aprecio le tienen los delanteros, que se dan el gusto de volver a la melé. Además de eso, el 10 patea a palos siempre que no haya un delantero que pueda hacerlo, lo que suele ser raro porque en el paquete menudean los superdotados.

El 10 acostumbra a quejarse de que los delanteros se interponen en la línea de pase entre él y el 9. Y amonesta a los que lo hacen, explicándoles la necesidad de mantener limpia esa vía de salida. Los delanteros asienten y por dentro sonríen. Todo el mundo sabe que se trata de un comportamiento deliberado: el 9 sólo debería abrir la pelota cuando los delanteros lo decidan o se hayan divertido lo suficiente con sus tuercas y tornillos, jugando al enredo con los cuerpos y la pelota. Hacerlo al revés constituye otra de las muchas perversiones que el espíritu del juego ha sufrido desde su nacimiento.El 12, el primer centro, puede ser el único jugador que un delantero respeta en toda la línea de tres cuartos. De hecho, juega en una posición envidiable si no fuera porque no participa en las melés.

Dicen que hay un segundo centro, pero no está demostrado. Así como podemos constatar la existencia de dos pilares, dos segundas (que entre los dos no suelen hacer medio), dos flanker y dos alas, la existencia del segundo centro, sospechamos, no pasa de ser una formulación teórica de los entrenadores, que han inventado la figura para desconcertar a los que juegan y sostener así su presunta ascendencia sobre el grupo. Si el segundo centro de verdad existe, constituye un ente innombrable y el sentido de su vida consiste apenas en darle conversación al ala. Nadie ha confesado jamás haber hablado con un ala en el campo de juego, por tanto el segundo centro no existe. ¿De qué se habla con un ala, en cualquier caso? Si te los encuentras en el tercer tiempo te parece estar metido en un ascensor y sólo se te ocurre comentar el tiempo: “Qué buen día hacía hoy para jugar, eh”. Cuando los ves pasar cerca en el campo, a los alas dan ganas de preguntarles por la familia: si ya se casaron o qué tal están sus padres.El 12, sin embargo, es otra cosa.

El primer centro o inside pasa el tiempo en una violenta dicotomía vital que consiste en chocar contra las paredes y aplastar a los hombres. No se les puede dejar solos en una habitación y suelen dormir en cuartos mal ventilados. De ahí sus angustias. Morfológicamente, el 12 tiende a una engañosa redondez corporal y acostumbra a sufrir el síndrome de la bala de cañón: cuando se lanza en velocidad quiere arrancarle las piernas al que se cruce. Como buen depravado, le gusta sufrir y hacer sufrir. Aspira a placar y a que lo plaquen. Digamos que querría hacer las dos cosas al mismo tiempo y en cada jugada, si fuera posible. Es sexualmente hiperactivo y aficionado confeso a las parafilias. Tiene peligro dentro y fuera del campo. Fuera, hay que vigilarlo de cerca: lo mismo trata de intimar con una menor de edad que con el tercera de su propio equipo. En el campo son gente válida. Sí. En su psicopática mentalidad, el ideal de vida consiste en esta jugada: recibir la pelota, enfilar al apertura contrario, derribarlo, ponerle el sello en la frente al 12 rival, derribarlo, convocar a un par de terceras del otro equipo a la fiesta, cruzarles el codo en la boca, derribarlos y, cuando entrevé que el zaguero opuesto viene al cierre con intención de placarlo, soltar la pelota al primer amigo que pase por ahí, dejándose las manos libres para chocar felizmente contra el 15 o el muro del final del campo.

Los primeros centros suponen casos extremos, muchachos que quieren placar también en el ataque y se las arreglan para hacerlo, aunque sea a costa de la lógica del juego. No faltan los que, cuando tienen la pelota, en lugar de buscar el intervalo que hay entre los hombres, buscan a los hombres que hay entre los intervalos, llegando a retroceder en busca de un contrario o ajustar la carrera para dejarse alcanzar y así poder atizarle a gusto al defensa. Naturalmente, un delantero ha de animar este tipo de comportamientos y aun ensalzarlos. También porque el primer centro observa la decente costumbre de romper cerca de los agrupamientos, lo que siempre es de agradecer. En fin, hay que reconocerlo: el centro es un hombre. No es un delantero, pero es un hombre. Todo no se puede tener.Otro de sus méritos es que está a tres números del zaguero, un tipo despreciable al que le gusta jugar con el pie, se mancha poco la camiseta y suele ser guapo. En ocasiones marca ensayos pero casi nunca es el hombre del partido.

Por las noches, el zaguero gimotea en su casa porque no comprende esa contradicción: ser la estrella y que nadie lo reconozca. A menudo, los primeras líneas incluso ignoran cómo se llama el zaguero de su propio equipo. Cuando el entrenador recita la alineación, el primera línea se queda en el cuatro o el cinco. El resto de nombres apenas los oye. Está todavía calculando las señas verbales que ordenan las touches, en su inútil intento por memorizar si en las de campo propio que saca su equipo entran cuatro, cinco o todos, si hay mol, peel off, ruptura de la primera torre, pase a ras o palmeo al nueve. Por eso, porque tiene cosas mucho más importantes de las que ocuparse, asuntos que conciernen de verdad al bienestar de la familia, ningún primera línea que se precie recordará jamás el rostro del 15 contrario. Así como los leones y felinos depredadores poseen una visión con una delgada franja de enfoque horizontal, que les permite localizar a sus presas en el horizonte pardo de la sabana, la naturaleza ha dotado a los primeras líneas con una variación óptica: la profundidad de campo de su mirada es mínima. Enfocan al morrillo del pilar opuesto, la carne que rodea los trapecios y las zonas erógenas del cuello y los parietales, donde uno intenta hacer diana. O sea, hacer daño cruzando un cabezazo. La ciencia no ha explicado todavía esta particularidad de los primeros líneas.

Los demás prefieren reírse de ellos y explicar que los balones se les caen de las manos porque son lentos, torpes o tienen un dedo del tamaño de dos. No es así: es que no ven, sin más. Los primeras viven en estricto primer plano y son felices con eso. Nunca han visto a un zaguero salvo en el vestuario. En el tercer tiempo, el tipo que jugó de 15 es como el público de la grada: gente a la que le gusta ver rugby, pero no les apetece llenarse de barro ni que les den golpes. En el fondo, hay que agradecerles que vengan y aplaudirles al final en reconocimiento a su tangencial labor.Ahora hablaremos del medio de melé, uno de los casos más terribles en cualquier equipo de rugby. El 9 opera en el paso fronterizo entre la realidad y la ficción, la melé y el resto del mundo. Cuando el entrenador divide a línea y melé, los nueves siempre se quedan un momento parados, tratando de descifrar a qué lado deben ir. Esa crisis de identidad los afecta, a veces de modo fatal. Todos sabemos que, en conciencia, el medio melé viene a ser un proyecto de delantero al que la naturaleza no lo dotó como es debido: no le llegaron los kilos, la altura ni la inteligencia para jugar en el paquete. Piensa demasiado. Lo obliga su equívoca condición. Dicho sin ánimo ofensivo, el medio de melé viene a ser un transexual, un caso de hormonas equivocadas. Se comporta como un hombre, está musculado, acostumbra a ser recio y muestra arrojo, aunque todo en un cuerpo resumido, sin la expansión fisiológica de un auténtico macho de la melé. Su jugada preferida lo denuncia: en cuanto puede, se mete en el ruck y maulla de felicidad cuando, mientras auténticos hombres lo aplastan y rodean, oye gritar a los que se han quedado donde debería estar él: “¡¡¡No hay medio, no hay medio!!!”.

El pick and go consiguiente, que le da tiempo a levantarse y retomar sus obligaciones, lo devuelve a la realidad. El resto del tiempo va de aquí para allá detrás de los gordos y éstos le permiten que mande, que les diga dónde empujar y dónde no, siempre que no contradiga su propia opinión y les compre cervezas en el tercer tiempo. El medio de melé querría ser como los muchachos de la primera línea, por eso suele beber mucho y masticar con la boca abierta. Sus intentos pueden quedarse en lo patético. Los muchachos de la primera línea modelan sus cuerpos, ganan y pierden kilos con estupenda facilidad, saben bascular la barriga para diversión de los demás, satisfacen dos veces a las damas (cuando se ponen sobre ellas y cuando se quitan de encima) y, sobre todo, pueden dar de tetar a los bebés de su propio pecho. Además, cuando ya no producen leche porque la edad los ha traicionado, se van al gimnasio a endurecerse las aristas, mientras un endocrino les entrega una tablilla y les mide la grasa corporal. De pronto pierden 15 kilos y corren como si se hubieran comido una liebre. Los primeros líneas son longevos, juegan hasta los 40 y más allá. En la vida real, esa amoralidad metabólica de los primeros líneas contraviene la moda y da lugar a muchas opiniones. Es verdad que no pueden comprarse camisas en Zara, pero en el campo de juego su excelencia física supone una ventaja que se suma a otra de orden moral: los primeros líneas son los depositarios del rugby auténtico, original, primigenio y único. Eso no se puede negar...

En el principio, el rugby fue un pack de 15 delanteros en inacabables moles de los que nunca salía la pelota. Rara vez. Si salía, quedaba transgredida de inmediato la naturaleza lógica del juego. Para qué correr. ¿Para llegar antes? ¿Acaso no da más gusto llegar empujando? Recorrer 35 metros arrastrando cuerpos, triturando carne, pisando cadáveres… Eso es un ensayo. Los ensayos por velocidad, contrapié y combinación quedan bien para las chicas de la grada y los espectadores de la televisión. Qué diferente de esas alegres montoneras articuladas en la que doce sujetos se derrumban sobre la hierba en la zona de ensayo, entre bufidos, pedos y ladridos de pedregosas gargantas. Al levantarse, al menos cinco de ellos proclaman haber sido los autores de la marca: yo tenía un dedo, el mol lo inicié yo, sin mi empuje jamás habríamos llegado, árbitro apunte mi nombre, soy el uno, bien gordos bien. Y otro sonríe porque fue el autor intelectual: jugamos con el segundo saltador, mol estable y empujamos hasta los almendros, les dijo antes de sacar la touche.

En el Seminario, Angelito Largo definió las intenciones de una melé con esa frase: hasta los almendros, en referencia a los arbolitos que lindan con los campos de Tarazona y el fondo de la línea de marca. Quiere decirse que hay que pretar los culos y abrochar hasta perder la conciencia. Empujando hasta que se aflojen los esfínteres.

En el fondo, la familia descansa sobre los hombros de los primeras líneas. Todos lo saben y lo reconocen en cuanto se emborrachan y se ponen cariñosos. Porque la gente, ahí afuera, sabe que puede contar con ellos. Si alguien deja una cuenta pendiente, le meten una cabeza de caballo en la cama al talonador contrario. Muéstrenme un zaguero capaz de eso.

Extraído de http://ornat.blogia.com/

lunes, 29 de septiembre de 2008

Vinterhalvår

Jag vill bort, bort från det mörker som helt impregnerar min
själ Jag måste nog åka bort, jag tror Det är samma sak, varje år samma sak,
måste jag resa iväg Jag behöver sol

I want to leave, escape from this darkness that soaks my soul,
(I think I really need to leave)
It is the same thing, every year the same thing, I need to get out
I need sun

En sueco lo llaman vinterhalvår, y no es exageración.
No es un país éste especialmente dado a las exageraciones. –Lagom är bäst! me dijo un chico el sabado hablando del monopolio en la venta de alcohol “Systembolaget”. La palabra se oye cada día y no hay una traduccion al ingles o al español que pueda recoger su significado.
Etimologicamente vendría de “lag”, ley, en un sentido por supuesto consuetudinario algo así como un sentido común, que trata de evitar el exceso. Este golden mean aristotelico se vería en el estado de bienestar, su sistema impositivo sueco, sus subsidios, en la política de cuasi-racionamiento del alcohol o en el uso de medios no sangrientos para suicidarse.



Lagom är bäst motherfucker

Hoy hemos estado encerrados media hora en el metro. Un fulano odiaba los lunes aún más que yo. Vinterhalvår ya está aquí.